Expreso

31 de Enero de 1995

Pobreza y mercado sanitario

Herberth Cuba García

 Si bien nos hemos referido en modo especial al mercado de la salud en un artículo anterior, es importante delinear algunos aspectos que se debaten en el ambiente político nacional en función a las propuestas de política social que las diversas tendencias arguyen.

En tal sentido, es útil aclarar desde un inicio que se llama «mercado» al público que puede estar en relación de intercambio. Es decir, el mercado existe con el reconocimiento de los gobiernos o Estados o aun sin él. Además, se discute si sería adecuado hablar del mercado de la salud, amén de la moral o la ética. Sin embargo, hay que precisar que estas inquietudes involucran una concepción ideológica cuya finalidad es el monopolio, sea éste privado o estatal.

Cuando el Estado monopoliza el mercado en un determinado rubro, existe la tendencia a considerar que ya no hay mercado.

No hay nada más falso. La experiencia ha demostrado que el mercado subsiste; y lo hace porque existen personas que entran en relación de intercambio, generándose el mercado negro detrás del intervencionismo, lo que no hace sino poner en evidencia la fuerza del mercado para funcionar libremente. Por desgracia, en tales circunstancias, la mayoría de las veces es expresión de corrupción ejemplo: la ley prohibe la compra-venta de órganos para trasplantes, los mismos que deben ser donados. Sin embargo, para nadie es ajeno que en la práctica se paga la «donación»).

El meollo del asunto en salud estriba en la constatación de la gravedad de la pobreza que existe en nuestro país, y si dichas carencias sanitarias podrán solucionarse a través del funcionamiento del mercado, poniéndose así sobre el tapete el reconocimiento del mercado y su rol frente a la pobreza.

Este hecho ha dado inicio a un debate donde se difunden las falacias siguientes:

1) Cuando existe pobreza extrema, el mercado no funciona.

2) Hay que eliminar el mercado cuando existe pobreza extrema.

3) El funcionamiento del mercado sólo se da en los países con economía avanzada.

4) Para salir de la pobreza, el Estado debe eliminar el mercado en los aspectos sociales.

5) Existiría alguna forma de funcionamiento anómalo del mercado con fines netamente lucrativos, ya no de intercambio, de tal manera que por pretender eliminar lo lucrativo del mercado, debemos eliminar el mercado mismo.

INTERVENCIÓN INDEBIDA

Sea cual fuere la falacia elegida, ésta no hace sino justificar la intervención del Estado en la provisión de servicios y bienes considerados de ayuda social. Pero como todas las actividades del hombre existen en razón de satisfacer necesidades, no existe ninguna que no lo haga; entonces, cualquier actividad, con esa lógica, podría ser susceptible del monopolio estatal.

De donde se infiere que el sector público estatal debería tratar de desempeñar sus funciones sociales a través de la provisión de servicios de salud, es decir, el Estado empresario. Este hecho se completaría con la aplicación de exoneraciones tributaria, lo que genera competencia desleal amén de disposiciones legales que. frenan la actividad empresarial no estatal por considerarla nociva.

Contrariamente a lo analizado, más importante y serio es hablar de las correcciones del mercado. Toda economía debe introducirlas debido a circunstancias de la propia dinámica económica. Es aquí, en la lectura del momento en que se vive, que resultan las diversas re zetas de corrección del mercado. Todas estas correcciones tienen que tomar en cuenta a los sectores que no pueden ingresar al mercado por sí solos, por limitaciones económicas o de otro tipo (verbigracia, los incapacitados, ancianos, etc.) y cuya finalidad es financiar su ingreso al mercado para que adquieran el servicio del proveedor de su elección.

 La búsqueda de la equidad, la solidaridad y la igualdad de oportunidades sólo se da cuando el mercado funciona eficientemente, sin trabas burocráticas y con adecuadas correcciones que permitan a todos ingresar al mercado con plena libertad de elegir proveedor. En tal sentido, la función del Estado se ve reforzada al brindar protección y ayuda a todos los sectores que no pueden acceder al mercado por alguna limitación.

Parece, pues, inevitable analizar estos aspectos en cualquier política social que se instaure y que desee evitar la borrachera populista, pero sin caer en la parte contraria: el abandono inmisericorde de las llamadas «cargas sociales», y que además no se aparte de los lineamientos económicos, ya que podría generar una serie de distorsiones que pondrían en riesgo la propia viabilidad de nuestro país.


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