Expreso

26 de Abril de 1996

Salud: buenas señales (I)

 Herberth Cuba García

No más escopeta de dos cañones, sentenció Manuel d'0rnellas al referirse al nuevo gabinete. Infelizmente para el sector Salud, ésta es una terrible verdad. A lo largo de los seis años de gobierno, la incoherencia entre los lincamientos del desarrollo económico-social y los lincamientos del sector Salud marchaban a contracorriente, a excepción de los ministros Vidal Layseca y Freundt-Thume.

El primero puso las bases para introducir la economía de mercado en la salud y el segundo plasmó una serie de propuestas, como la administración compartida y la ruptura del monopolio en la comercialización de los medicamentos, entre otros. Sin embargo, lo iniciado fue abruptamente frenado desde dentro del propio ministerio y, claro está, por sus sucesores. Escribíamos nosotros entonces que la salud se encontraba en una encrucijada: entre la economía social de mercado y el estatismo.

Lamentablemente, hasta la fecha el estatismo ha sido el preponderante al interior del ministerio; es más, los que desde dentro del ministerio criticaban el estatismo y sus subsidios populistas eran inmediatamente silenciados con gran astucia. En toda esta complejidad política, la presencia del nuevo ministro, debido a su trayectoria, señala la intención del gobierno de emprender la reforma dentro del sector Salud.

La agenda del Ministro es difícil, los retos son grandes, ya que la herencia que recibe es negativa, el conflicto laboral y la falta de liderazgo son notorios. Los principales retos son los siguientes:

Reorganización del ministerio, que no signifique solamente el cambio de oficinas o de organigrama; el problema es fundamentalmente de recursos humanos. Los que actualmente existen están demasiado comprometidos con el estatismo, con el agravante de que ocupan puestos clave para la marcha institucional. "Técnicos" acostumbrados a trabajar dentro del monopolio estatal de la salud.

Reestructuración completa del sistema de personal del Ministerio de Salud. Como hemos advertido en anteriores artículos, tiene que cambiarse el paradigma de remuneración. Se debe pasar del "igual función a igual remuneración" a "cada cual de acuerdo a su capacidad y rendimiento". Incentivar la calidad y la productividad.

Reorganización completa de la actividad privada. El subsector privado se rige por un reglamento completamente obsoleto, el mismo que existe desde el año 1986, que representa un corset para la iniciativa privada. Se tiene que regular la libre competencia y la libre iniciativa. Es correcto el pago de impuestos, pero es ilógico que no lo hagan también los hospitales y centros de salud del Estado. Sólo paga la práctica privada.

Se tiene que romper el monopolio del Estado en la prestación de las actividades preventivo-promocionales. Actualmente existe un buen número de profesionales de la salud, recurso que no es utilizado debido a que el Estado no está en capacidad de poder brindar el servicio preventivo promocional a toda la población pero impide que los profesionales lo realicen en forma privada. Es un monopolio contra el pueblo.

Hacer todo el esfuerzo necesario para la promulga­ción del Código de Salud, que incluya los lineamientos de la economía de mercado, mecanismos de regulación eficaces, de tal manera que el afán de lucro no contradiga el fin mismo de la medicina. Si no se actualiza el Código sanitario vigente, el sector Salud seguirá sin ley marco, y estará al vaivén de los numerosos funcionarios que conducen el Ministerio de Salud.

Se tiene que cambiar radicalmente el sistema de servicios de salud. Este sistema tiene que ser basado en una unidad de gobierno, es decir normativa y técnica, con una pluralidad de financiamiento y de prestadores, que combine eficientemente lo público y lo privado. Es decir, pasar de un sistema de salud inexistente a un sistema coordinado y con unidad de gobierno. Es indispensable lograr una modificación completa de las asignaciones presupuéstales y abandonar el sistema del presupuesto histórico.

Otorgar mayor autonomía en la gestión de los centros asistenciales para que compitan en el mercado en igualdad de condiciones con la práctica privada, evitando así los gastos irracionales que allí persisten.

Evitar cambiar las reglas de juego del naciente mercado de la salud. En tal sentido, proponer una ley de medicamentos que podría frenar lo conseguido por el D.L. 25596 es peligroso. Es evidente que el mencionado D.L. de apertura farmacológica es perfectible, pero ésta debe ir acompañada de reformas del sector Salud en su conjunto y no intentar corregir un área ya reformada, mientras en otras no se ha hecho nada todavía. Este cambio de reglas de juego en el nuevo mercado de la salud tendría resultados funestos para la inversión productiva en el país. Sin embargo, es necesario reglamentar la ley, como lo establece la propia norma, para que el control de calidad sea más efectivo.

Terminar con la aventura del autofinanciamiento, también llamado proceso de recuperación de costos. En realidad es un sistema perverso que encubre dos realidades: por un lado, subsidio indiscriminado, ya que el total de servicios de salud está subsidiado universalmente; por otro lado, no lo está lo suficiente como para que la población más pobre se atienda, de tal manera que el que no tiene plata no es atendido y, si tiene la suerte de entrar por el servicio social, atraviesa el vía crucis hospitalario. Es decir, hay que terminar con la privatización salvaje.


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