Expreso

24 de Mayo de 1994

Reforma y contrarreforma en Salud (II)

Herberth Cuba García

Demostramos en el artículo anterior que existe una disyuntiva irresoluta que se mantiene por tiempo indefinido y que, como una sombra, acompaña al actual gobierno, y que, si la analizamos históricamente desde 1990, nos llevará como hilo conductor a la actual situación de salud del país.

Ante esta disyuntiva, en 1990, y ante una situación que se había convertido en apocalíptica (los indicadores sanitarios de esa fecha son elocuentes para expresarlo), había que tomar decisiones inmediatas que resolviesen esta situación. Los escenarios posibles que podían tener algún margen de solución eran:

1.- Incremento del presupuesto para seguir manteniendo la «gratuidad» indiscriminada, eliminando el mercado de la salud, conti­nuando con la tendencia hacia el servicio único de salud, aunque el sistema fuese de alto costo y poco beneficio.

2.- Al ver disminuidos los recursos del Fisco, del Tesoro público, y con ánimo de seguir financiando los ya agónicos hospitales y centros de salud, se empezó con las aventuras del autofinanciamiento.

Es decir, la población comenzó a asumir los costos de la salud progresivamente. En forma tímida al principio, en 1990, para luego hacerlo en forma cruda. Llegando al extremo, en el momento actual, que por dos o tres soles los pacientes quedan sin atención en las puertas de los servicios asistenciales.

Se continúa a expensas del Tesoro público, ya que lo recaudado por ingresos propios es Ínfimo en relación al gasto global del Estado en salud, con el agravante de que se ha diversificado el gasto de los ingresos propios.

Se ha diversificado para paliar el bajo salario de los trabajadores del Ministerio de Salud, ofreciendo canastas para los trabajadores, otros beneficios económicos, contratos de nuevo personal, etc.

Es decir, lo recaudado por los centros asistenciales a pesar de los «ingeniosos» mecanismos, no ha logrado mantener siquiera el statu quo. De más está hablar de desarrollo de los servicios. Existen algunas experiencias aisladas que señalan el mejoramiento de la infraestructura; sin embargo, tenemos que aclarar que el grueso del costo no está en eso sino en la atención misma.

PRIVATIZACIÓN SALVAJE

Hablamos entonces de una privatización salvaje. Y es salvaje puesto que afecta a todo el mundo. Todo cuesta y punto. El que no tiene plata se muere, dejándose en abandono a las llamadas cargas sociales: niños, ancianos, incapacitados y los muy pobres.

Este proceso de autofinanciamiento, transitorio de por sí, se convirtió en un proceso permanente. La reforma que se inició en 1990 todavía no concluye. Es más, ni siquiera se inicia. La estructura del Estado dentro del sector Salud ¿continúa siendo la misma. La redistribución del gasto corre igual suerte y, por último, los lineamientos del Ministerio siguen siendo los mismos.

Sin embargo, se ha declarado legalmente la reestructuración y reorganización del Ministerio de Salud, se ha creado mecanismos e instituciones que no existen en la práctica: ¿quién no ha oído hablar de la Zona de Desarrollo Integral de la Salud (Zonadis) o de las Unidades Básicas de Salud (Ubas)? Pero, ¿dónde están?, ¿quién las ha visto? Las unidades departamentales se transformaron en regiones y subregiones, luego deberían venir las Zonadis y la Ubas, pero esto no se ha realizado.

Las Unidades Territoriales de Salud (Utes), creadas en el régimen aprista, continúan existiendo y no saben cómo funcionar: si con la normatividad vigente o con la anterior. En otras palabras, todo este caos administrativo y de política sanitaria presenta ribetes de indisciplina, descontento y caos administrativo. Como consecuencia, la población recibe una atención de salud de pésima calidad a pesar de pagar cada una de estas prestaciones.

Como podemos observar, estas formas sanitarias espurias no afectan la esencia del sistema, sino que están involucradas dentro de los criterios del subsidio indiscriminado, del populismo y tienen tendencias estatistas.

El actual ministro se ha impuesto al menos, teóricamente la tercera alternativa posible: la reforma, pero la demora en las transformaciones está llevando al caos técnico-administrativo al Ministerio de Salud, aspecto que analizaremos en el próximo artículo.


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