Expreso |
19 de Julio de 1994 |
Salud:
la contrarreforma contraataca (II)
Herberth Cuba García
En
la primera parte del presente artículo, enumerábamos las principales acciones
que el ex ministro Paredes, a cargo de la cartera del sector Salud, no ejecutó
y que nos llevó a calificar su gestión como una de las más caóticas de la
historia del país. Señalábamos que, a pesar de elevarse las tarifas de atención
a la salud, no desapareció el subsidio indiscriminado. Temas explicados
ampliamente en los puntos 1 y 2. Sigamos:
3.-
Subsidio generalizado que no es equitativo ni solidario, puesto que sólo cubre
una parte de la atención médica, ya que el 40% del gasto global en salud lo
representan los medicamentos, con lo cual los sectores más pobres ven
disminuidas sus posibilidades de curación. En cambio, los sectores de mayores
recursos económicos que se benefician del subsidio sí acceden a los
medicamentos prescritos.
UN
SECTOR PRODUCTIVO
4.-
No reconoció el hecho de que el sector Salud es altamente productivo. Muy por
el contrario, quiso convencer al pueblo entero de que se trataba de un «servicio
carga». El sector es altamente productivo con una inmensa rentabilidad. Los
laboratorios farmacológicos, las empresa productoras de instrumental médico,
las clínicas privadas, los consultorios privados, gimnasios, etc. demuestran
con su sola existencia lo señalado. En tal sentido, el Banco Mundial, en su último
informe, recomienda invertir en salud; es decir, abre los ojos a los
inversionistas demostrando que es altamente rentable.
5.-
Se opuso cerradamente a la apertura económica dentro de la salud. Su diseño
político con criterio geográfico y no de riesgo epidemiológico ni de marketing
lo llevó a mantener intactos los mecanismos que impiden el mercado de la salud.
Su
oposición ideológica al mercado hace que no haya descubierto que la apertura
económica se ve frenada no sólo por dispositivos legales, sino por mecanismos
burocráticos y administrativos que impiden el libre juego del mercado de la
salud.
6.-
Demagógicamente, plantea que debería darse salud a toda la población,
priorizando a la más pobre. Sin embargo, plantea que esta pobreza llega a los
12 millones de habitantes, con lo que cualquier intento de quitar el subsidio
generalizado sería perjudicial para todo el país. Es demagógico porque, si el
Estado administrase la salud gratuitamente a la población, ésta no sería real
porque existe un costo que alguien paga. Se trata de asistencialismo aunque
parezca un hermoso gesto. Sin embargo, cuando el Estado imprime un alto desarrollo
económico social permitiendo que la propia población mejore sus ingresos económicos
para que entre al mercado a obtener los servicios que necesita, esto ya no es
asistencialismo y menos abdicar al rol del Estado en la salud. Lo que antes fue
una dádiva se convierte en un derecho.
TRAFICO
DE ILUSIONES
7.-
Sin embargo, lejos de elaborar lineamientos nuevos, acordes con los profundos
cambios que se operan en el país, se dedica a repetir viejas consignas del régimen
aprista. Es hermoso plantear salud gratuita para todos, pero ¿con qué
financiamiento? ¿Quién paga?.
Es
fácil plantear que es inmoral el cobro dé la atención médica, pero ¿quién
cubre los gastos que ella ocasiona? Creemos que más inmoral es pretender
seguir engañando al pueblo y seguir traficando con sus ilusiones y sus
aspiraciones.
8.-
Y, por último, jamás entendió el trabajo comunitario en salud. Pretendió
crear un mecanismo para el trabajo gratuito por parte de la comunidad,
tergiversando completamente las experiencias que sobre el tema existen,
especialmente en Lima sur. Trató desde el Estado de
acaparar sin protagonismo, en
forma vertical, el movimiento espontáneo en pro de la salud por parte de la
comunidad. Las llamadas ZONADIS deberían convertirse en espacios de concertación
entre el Estado y la comunidad en pro de la salud, sin financiamiento estatal,
pero sí con un papel rector y de control impuesto por ley. El estatismo se
mantiene latente y el corset a la libre creatividad del pueblo peruano.
La experiencia del cólera de nada había servido.
Queda claro una vez más que no se puede tomar en serio lo que uno dice de sí mismo, sino que debe ser corroborado con la vida cotidiana de los hombres; en tal sentido, creemos haber demostrado con suficiente claridad el por qué de nuestra obligada crítica.
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