Expreso

18 de Mayo de 1994

Reforma y contrarreforma en Salud (I)

Herbert Cuba García

El actual sistema de Salud, pese a los cambios habidos en la economía, sigue reflejando los principios de la Constitución de 1979. Existen tres sectores de salud para los diferentes estratos sociales. El Ministerio de Salud se encarga de la atención de los pobres, la Seguridad Social atiende a la población asalariada y las clínicas y consultorios privados a los sectores altos y medios. Es decir, existe un sistema de salud estratificado, excluyente y elitista. También hay que mencionar que existe un sector, de aproximadamente el 22% de la población, que no tiene acceso a la salud.

 Esta situación genera una práctica médica de primera, segunda, tercera y cuarta categoría, según los recursos y equipamientos de las organizaciones que prestan servicios, los cuales corresponden al nivel de exigencia de los usuarios. A modo de ejemplo: la gente que no puede pagar los servicios médicos recurre a la llamada medicina «alternativa»: brujos, shamanes, curanderos, santones, etc. Se trata de la cuarta categoría.

 Si se tiene en cuenta la práctica privada y la Seguridad Social, el Ministerio de Salud ha tendido a la gratuidad de sus servicios. Ha existido una tendencia al servicio único estatal. Ese ha sido su norte. Nunca lo ha logrado.

 El Ministerio de Salud se dedicó a ampliar sus servicios, pero el escaso presupuesto asignado trajo como resultado lo que hoy tenemos: el abandono de su preocupación fundamental: la asistencia gratuita de las «cargas sociales» (ancianos, niños, discapacitados y los sectores empobrecidos).

 Cabe mencionar que este criterio ha imperado desde 1968, con el proceso velasquista el servicio de la salud debería ser asegurado y financiado exclusivamente por el Estado.

DIAGNOSTICO DEL MINISTERIO

 a) El ministerio es la red de servicios de salud más grande del país, pero se encuentra irracionalmente distribuida. Se dedica todos los esfuerzos a Lima: en estos momentos consume el 57% del presupuesto del ministerio. Se ha abandonado los lugares alejados de la Costa, Sierra y Selva.

b) El ministerio ofrece servicios allí donde otros entes no estatales y/o pa­raestatales también lo hacen. Sin embargo, existen zonas del interior que no tienen ningún tipo de atención por parte del ministerio y que engrosan la cuarta categoría de la salud. Es decir, existe una duplicación de costos y esfuerzos que, necesariamente, no son com­plementarios.

c) Al haberse extendido la red sanitaria -especialmente en los últimos siete u ocho años- multiplicándose el número de centros y puestos de Salud, y al haberse disminuido progresivamente el presupuesto del sector, se ha originado un grave desfinanciamiento. Esta situación se traduce en la ausencia de medicamentos, insumes, equipamiento, y sobre todo, un nulo incremento tecnológico en los grandes hospitales, así como en los centros y puestos de Salud.

d) Esta contradicción entre el aumento de la red de servicios y el escaso financiamiento y la exigencia de la gratuitad, llevó a los grandes hospitales y centros de Salud a convertirse en cuadros de sufrimiento. En este contexto, había que tomar decisiones inmediatas:

1. Se cerraba los establecimientos de Salud sin financiamiento.
2. Se incrementaba el presupuesto de Salud, sin reforma.
3. La reforma.

 Sólo el ministro Vidal Layseca, en los inicios del régimen, empezó el autofinanciamiento de los servicios. No obstante, las demás gestiones hicieron del autofinanciamiento una aventura, pues no establecieron normas claras al respecto. Por el contrario, las políticas sanitarias se en rumbaron a contracorriente de la política económica.

e) Cuando se inició la reforma en la economía, lo lógico era que Salud hubiese seguido el mismo camino. Sin embargo, esto no sucedió. Ocurrieron discrepancias públicas y notorias entre los entonces ministros Boloña y Paredes. En el fondo, era el debate entre reforma y contrarreforma en la Salud.

 Estos temas los desarrollaremos en un próximo artículo. Parece, entonces, descabellada la idea que considera la organización actual de Salud como un sistema eficiente y que debería ser defendido.

 Se menciona que ya existe la reforma legal suficiente para transformar el sistema de Salud. Se trata de un grave error. La actual legislación no articula (D.L 584 de 1990 y el Reglamento de Organización y Funciones del ministerio de agosto 1992) el trabajo de la Seguridad Social, la práctica privada y los servicios estatales con la reforma. Se siguen manteniendo los criterios estatistas.

 Hay en Salud, por lo tanto, una disyuntiva que, como una sombra, acompaña al actual gobierno ya por cuatro años: o mantiene la actual indefinición del sistema de Salud o bien organiza uno nuevo acorde con las necesidades del país.


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