Expreso

15 de Agosto de 1994

Política macroeconómica y salud

Herberth Cuba García

Durante los últimos cuatro años, se han ido perfilando y luego ejecutando uno a uno los lineamientos básicos de la reforma económica.

Este proceso, a pesar de estar engarzado en el contexto mundial, es sui géneris, ya que se produce durante la más grande crisis económica, social, moral y política de nuestra historia. A lo que debemos sumarle la extrema pobreza, la guerra interna que mantiene en estado de emergencia a casi 3/4 partes del territorio nacional, la legalidad sobre el tapete y, lo que es peor aún, la falta de consenso mínimo de los actores sociales.

En tal circunstancia, definir el sistema político y económico es de suma importancia, así como su coherencia. El sistema presidencialista, el modelo económico liberal, el centralismo. son sólo formas, de expresión de un proceso que se ejecuta con gran voluntad de cambio.

Proceso que, a pesar de las marchas y contramarchas, aún hoy nos sorprende por su velocidad, pero que, unido al voluntarismo, nos señala que la aplicación se encuentra todavía lejos de ser irreversible.

Baste señalar, por ejemplo, que la deuda externa crece a pesar de la enorme disponibilidad de divisas pero. escasa, inversión tanto pública como privada, el manejo increíblemente difícil de la inflación-recesión, hechos que afectan desigualmente a la población peruana, como es lógico, favoreciendo a los de mayor capacidad de «aguante», que son, como sabemos, los de mayores recursos económicos. 

La dinámica misma liberalizadora contiene profundas contradicciones como, por ejemplo, la privatización del sistema de pensiones, cuya reforma se encuentra cuestionada por la propia disponibilidad económica, debido a la falta de políticas sanitarias coherentes con el modelo económico que sustenten dicha reforma, hecho que podría ponerla al borde de la desactivación total.

Durante las últimas décadas, la salud de los peruanos ha sufrido una terrible inestabilidad organizativa debido a las contradicciones políticas, lamentablemente aún no resueltas. Se ha generado una creciente demanda insatisfecha que ha ocasionado una pérdida de objetivos de la razón misma de existir de las instituciones encargadas de vigilar la salud, produciéndose el desprestigio y, por último, la condena total por parte de la población peruana.

Lo corrobora el caos administrativo, la falta de lineamientos acordes con la realidad actual en que vivimos y, sobre todo, la exclusión de atención de salud del 22% de la población, así como 32% de la misma que recibe atención en forma deficiente y que -coincidentemente- se da en los sectores más pobres. Todo esto aparejado al enorme gasto en dichas instituciones sanitarias.

Ciertamente, esto no excluye la enorme responsabilidad de los gobiernos por los insuficientes presupuestos asignados al sector Salud, pero, debido a la incoherencia de las políticas sanitarias, cualquier incremento podría caer en saco roto. Es decir, a pesar de asignar presupuestos insuficientes, éstos son todavía mal aprovechados.

En recientes estudios se ha criticado todos los aspectos señalados anteriormente; sin embargo, creemos que al margen de los sesudos debates de escritorio, de las instituciones y de las agencias internacionales especializadas, se debe rediseñar la política sanitaria acorde con la política económica.

No debemos entender que la coherencia economía - salud es automática, determinista; muy por el contrario, la voluntad de las personas tiene un gran margen de actividad en esta relación. Queda claro que la incoherencia causa grave perjuicio a la salud. Sin embargo, a veces se presentan desfases, decalages, diacronismo, entre la política económica y las políticas sociales, muy especialmente en la política sanitaria. Tal es el caso del Perú: el divorcio entre la nueva política económica  impulsada por el gobierno y la política sanitaria que esboza tímidamente un perfil de mercado.

En tal sentido, existe el consenso de la reforma del sector. Los sectores que se oponen a la misma son cada vez menores. Es así como algunos plantean que la reforma debe acelerar el rumbo hacia el servicio único estatal de salud. Por otro lado, existe la tendencia a considerar como eje de la reforma la mayor integración y fortalecimiento del IPSS (seguridad social) con el Ministerio de Salud.

Sin embargo, otros consideran como eje de la reforma la oposición entre sector privado y sector público. No cuestionando directamente uno frente al otro, pero dándole un rol accesorio al sector privado dentro del público.

En otras palabras, el entendimiento del mercado dentro de la reforma del sector Salud es obviado en todas las propuestas que apuntamos, materia de gran debate. Por tanto, todas esas propuestas se alejan de la política económica en marcha, complicando aún más el caos, generando la creencia en la imposibilidad de mejorar la salud de los peruanos. El consenso que existe en la necesidad de la reforma. Se ve complicado por el entendimiento de la dirección que debe tener la misma.

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